Calle Ferrol, 20 años memorables de la arquitectura coruñesa.

Si solo pudieras visitar una única calle de A Coruña habría infinitas recomendaciones, desde el eje que forman las calles Real y Riego de Agua, hasta la emblemática Avenida de la Marina con sus inconfundibles galerías que otorgan a la urbe el sobrenombre de “ciudad de cristal”, pasando por la bulliciosa calle de la Estrella, alma del ocio coruñés.
Sin embargo, a medio camino entre el defecto profesional y la nostalgia de tiempos pasados, desde Beltane proponemos un rincón del plano herculino que resume la belleza de la ciudad, arquitectónicamente hablando. Es la calle Ferrol, concretamente, el trecho que empieza frente a la Plaza de Galicia, donde nos encontramos con el Palacio de Justicia, obra de Julio Galán Carvajal y sede del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, y que culmina con el chalet Escudero en la esquina de Juan Flórez. Es, precisamente, en este tramo donde el estilo modernista, el ecléctico y el racionalista se condensan en apenas unos metros, ofreciendo al peatón una experiencia digna de museo.
La calle nace como tal en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la urbe desborda sus murallas y crece a través del primer ensanche. Sus vías y plazas se bautizan en homenaje a otras ciudades gallegas: Ourense, Pontevedra, Lugo…o Vigo. Hacían falta arquitectos y A Coruña acogió a una brillante generación en la que se encuentran muchos de los más reconocidos arquitectos del momento como Eduardo Rodríguez Losada, principal impulsor de la Ciudad Jardín o Pedro Mariño, inconfundible autor de arte constructiva entre cuyas obras se encuentra el Palacio de María Pita, actual sede del concello.
Antes de que se levantara la Iglesia de Santa Lucía en 1912, Julio Galán y González de Carvajal, considerado por muchos el introductor del modernismo en la ciudad, estrenó la calle Ferrol con dos construcciones características de esta corriente, los números 8 y 10, que datan de 1905 y 1906, respectivamente. El arquitecto asturiano introdujo numerosas innovaciones artísticas, como unas fachadas llenas de detalle en la que los motivos vegetales se entrelazan con las cariátides dando lustro a maravillosas galerías talladas. El modernismo había llegado para quedarse y, con él, los volúmenes de las decoraciones de las fachadas y los pináculos que rematan las alturas comenzarían a dejar su impronta.
El edificio número 12 de la calle Ferrol (1913) es obra del polifacético arquitecto Eduardo Rodríguez Losada y un ejemplo de la introducción del eclecticismo que caracteriza la obra, tanto arquitectónica como musical, de su autor. La pureza modernista evoluciona y el arquitecto firma su “composición” utilizando los elementos de forma más creativa, optando por intercalar formas rectas o redondas y la forja con balaustradas de cemento en los balcones, sin dejar atrás una decoración al detalle como las ménsulas de rostro femenino.
Influenciadas por la situación geopolítica del momento, a finales de la década de los 20, las tendencias arquitectónicas dieron un giro de 180 grados y de las decoraciones al detalle de fachadas y galerías se pasó a la sobriedad de las líneas rectas intercaladas con terrazas dando paso al Racionalismo. Ya en 1926, Antonio Tenreiro simbolizó con la construcción del número 14 una perfecta transición hacia esta corriente que comenzaba a introducirse conviviendo todavía con el hierro forjado en los balcones y las ménsulas propios del eclecticismo.
Culmen de esta transición hacia la sobriedad es el número 16 cuyo edificio, de corte racionalista y obra de Santiago Rey Pedreira, ocupó en 1928 los últimos solares vacíos que quedaban en el tramo de la calle. Rey Pedreira fue el responsable de romper con la corriente ecléctica imperante al introducir el racionalismo en Galicia. En su obra podemos observar como el autor juega con los volúmenes y líneas horizontales de las ventanas y decoración minimalista. Las fachadas, realizadas en mortero de cemento, y las superficies austeras sólo son animadas por juegos de luces y sombras.
A final de la calle, ya desembocando en Juan Flórez, la guinda del pastel la pone el chale Escudero en el número 18. Esta obra de Eduardo Rodríguez Losada es una de las pocas, si no la única, reminiscencias que quedan en pie de los tiempos en que la calle Juan Flórez estaba llena de casas y palacetes unifamiliares al más puro estilo del paseo de la Castellana de Madrid. De estilo ecléctico, en este singular edificio de gran calidad artística en su diseño y construcción, destaca la volumetría de su torre-mirador hexagonal. Tras haber sido cedido para su uso como consulado cubano, actualmente está en manos privadas.
Una vez llegado al final de la calle nos resulta inevitable pensar que puede que Ferrol no tenga una plaza con su nombre en A Coruña pero, sin duda, bien podría ser uno de los grandes iconos arquitectónicos de la ciudad. No solo por la más que obvia belleza de sus edificios si no porque su alto grado de conservación nos permite disfrutar, aún más si cabe, de sus complejas fachadas y sus bajos y carpinterías originales, donde se ha priorizado y mantenido su morfología original, ejemplificando que pasado y presente, tradición y progreso, pueden convivir en armonía desde el cuidado, la educación y el respeto y sin dejarse llevar por intereses superfluos y oportunistas.
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